martes, 11 de enero de 2011

Filosofía de la composición palindrómica


Autor: Juan Pablo Sáez Gil

Explicar el proceso de creación literaria es ciertamente desnudar la obra y despojarla del ingrediente místico que suele envolverla. Es como explicar el ilusionismo. En la creación palindrómica esto se incrementa, pues justamente su valor reside en la “magia” del mensaje signado en el patrón reversible.
Aún así me atrae la posibilidad de desglosar las obras creadas para develar la mecánica que las generó y me parece un ejercicio interesante que cada vez se hace más necesario.
A continuación intentaré brevemente exponer el método mediante el cual redacté este microrrelato.
Ambos géneros que se entrecruzan (narrativa breve y palindromía) coinciden en la necesidad de comenzar por el final. Dado que el palíndromo no permite elaborar un final complejo, me pareció oportuno apelar al final más universal y básico de cualquier historia: la muerte. Opté por decirlo de un modo directo y breve. Dada las cualidades palindrómicas, la mejor opción me pareció: “murió”.
Inmediatamente vuelvo sobre el comienzo y empiezo la tarea de ir equilibrando el sentido de ambas mitades del texto. Se hace casi inevitable comenzar con “Oí rum…ores”. Luego, para descubrir quién había muerto bastó con volver sobre el final y agregar un par de letras: “el ca…sero murió”. Dado que los artículos (o pronombres) son imprescindibles para dar fluidez al palíndromo, me ví obligado a agregar “el”, lo que me dio -al volver sobre el principio nuevamente- la identidad del otro personaje; quedando: “Oí rumores a Cleo: […] o el casero murió.”
Dado que esta pequeña introducción abre el texto para que comience la narración del suceso, me pareció oportuno presentar al personaje que luego morirá: el casero; que en su reverso da lugar nuevamente a Cleo. De este modo el personaje femenino ahora se revela, no sólo como confidente del relato, sino como personaje de la misma historia.
Notando que hay dos personajes (uno masculino y otro femenino), apelando nuevamente al tema más universal del hombre y teniendo en cuenta las letras que sobraron en la redacción (“…or es a Cleo”), el curso de la historia era inevitable. Con la aparición de “su amor” en el relato, fue bautizado al mismo tiempo el casero. El nombre Mausolo (con el “olo” sobrante del lado opuesto) puso la soledad en escena, formando esa tríada universal que anima esta historia: amor, soledad y muerte. Ahora quedaba por agregarle una acción al “solo”, y me pareció casi inevitable la no-acción: “yacer” (puesto que su revés ofrece la acción que lleva a ella: "cayó").
De este modo quedó formada la primera versión de este microrrelato: (al revisarlo noté que tenía una rima involuntaria y decidí ordenarlo en versos)
Oí rumores a Cleo:
el casero Mausolo
se cayó, yace solo
su amor es a Cleo,
el casero murió.
Luego, teniendo en cuenta los parámetros elegidos para este concurso de microrrelatos, decidí extenderlo. Para ello quise darle una vuelta de tuerca al suceso. Se me ocurrió agregarle “…pero no yace solo”. La contracara me llevó a “no repite…” y volviendo sobre la otra mitad surgió “…de ti”. Inmediatamente probé “carece de ti” y no me disgustó su revés “de cera”, dado que la cera es un interesante elemento metafórico que podía adaptarse al tono del relato. Solo quedaba resolver el centro de esta nueva versión, descubriendo qué es lo que el personaje moribundo no puede repetir. El único elemento con el que yo contaba era una letra “c” para iniciar. Necesitaba algún artículo o pronombre para el sujeto de la repetición, y dado que ninguno comienza con la letra “c” me vi forzado a utilizar “cada…”. De este modo, debiendo finalizar con "ada" y conociendo con antelación las propiedades palindrómicamente complementarias de la rima y la mirada, el centro emergió fácilmente cerrando así la forma actual del microrrelato:
Oí rumores a Cleo: el casero Mausolo se cayó.
No repite, de cera, cada rima mirada.
“Carece de ti ¡pero no yace solo!”
Su amor es a Cleo, el casero murió.

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