¿Cómo concebiríamos nuestro mundo
si nuestro lenguaje fuera palindrómico, es decir, si todas nuestras
pronunciaciones conformaran irremediablemente palíndromos?, ¿cómo juzgaríamos
nuestros pensamientos?, ¿qué grado de libertad le adjudicaríamos a nuestros
actos?
El libro La sal (Un palindrama) presenta una obra
de teatro en tres actos en la que los personajes se expresan mediante
palíndromos. No es que busquen paciente y afanosamente en la grafía de las
palabras estas construcciones simétricas para luego pronunciarlas, sino que
ellas les surgen con la espontaneidad del bostezo y, por eso mismo, por formar
parte de su propia naturaleza, no dan cuenta de esta extraña cualidad que
determina sus elocuciones.
De manera que
nuestra posición en relación a ellos es de privilegio. Los observamos con la
supremacía con la que un demiurgo tridimensional contempla la superficie curva
de un mundo esférico mientras que sus diminutos habitantes bidimensionales se
suponen en un espacio plano; así, en donde estos ven trayectorias elípticas, aquel
puede reconocer geodésicas.
Pero el observador
reflexivo advierte la posibilidad de ser él mismo el observado. Puede que entonces
la realidad se le represente con el semblante ilusorio que gobierna en los
reflejos y en los sueños; acaso, con resignada perplejidad, perciba en el
zigzaguear de su andar, en el capricho de sus actos, en lo arbitrario de sus
pensamientos y en lo casual de sus pronunciamientos, la curvatura del
lenguaje.
Javier D’Adamo
LA SAL, disponible en: http://www.amazon.com/dp/
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