Palindromista
Al
llegar al cine pregunté, y después de un par de veces de insistir me dijeron
que era arriba, en el último piso. Con ánimo conspiracionista pensé: nos ponen
lejos, nos tiran en un rincón cosa que nadie por error nos conozca... no vaya a
ser que se enamoren de estos juegos de ida y vuelta.
Al
fin en el quinto piso, el más alto, comenzó mi sorpresa: éramos bastantes, ¡bah! muchos.
Después
las sorpresas no dejaron de llegar.
El
documental de Tomás, perdón Tomás, el documental de todos nosotros, además de
su exquisita belleza sonora y visual, nos invade, en un tiempo que se pasa
rapidísimo, con todas las experiencias de los muchachos y muchachas, esos locos
y locas felices palindromistas.
Un
film bello, bellísimo, como la eterna juventud y sonrisa de Sylvia Tichauer al
piano y sus alegres agudos.
Otra
sorpresa ocurre en la mitad: pero mejor va a ser no contarla.
Insisto: ¡qué bueno que está!
Cuando
terminó la función y me retiré pensé otra vez en todas esas malditas escaleras
que bajar, y en la altura donde me encontraba y ahí, sí Tomás, justo ahí
entendí el porqué nos habían dado este lugar. Ellos no eran malos... nos habían
puesto acá porque el documental merecía lo más alto del podio.
Postdata
1: cuando de chiquitos salíamos de ver una peli de Karate Kid o de Kung Fu lo
hacíamos tirando patadas, yo salí del cine jugando con las palabras y como bien
dice Tomás "el dios palindromista me sacudió con su azar".
Posdata
2: que "VIVA EL PALINDROMO".
No hay comentarios:
Publicar un comentario