Coincidiendo con el Encuentro anual de miembros del Club Palindromista Internacional, llevado a cabo el día 6 de abril de 2019 en Sant Quirze del Vallès, se han presentado un par de obras de carácter reversista.
ASIRNOS A NUEVE LETRAS ES ARTE LEVE, UNA SONRISA, de Raúl Ortiz
El
palíndromo es poesía, de ella nace y en ella habita. Este bello libro es una buena muestra de esa
afirmación. Textos reversistas y experimentales, en un campo no tan trillado,
en el que la simetría dota al poema de un ritmo muy marcado, de una rima
precisa y de una armonía muy particular, única y exclusiva del palíndromo.
Este es un poemario, disfrutemos de la poesía. El
palíndromo aquí no se exhibe, sino que se utiliza magistralmente como
herramienta de resonancia para componer hermosos versos, como cincel
transgresor que solo a través del dominio del lenguaje y la habilidad para el
giro de palabras, para atarse
simétricamente además con la rima y la métrica, nos permite escapar del nudo
gordiano con alegría, con musicalidad exquisita, con sorpresa constante. Como
dice el propio autor:
En melosa tonada
caía cada nota
solemne.
LOS
PALÍNDROMOS DE UN NÁUFRAGO,
de Pere Ruiz
Encontráronse
ejemplares de la edición príncipe de Los
palíndromos de un náufrago por las costas del Cabo de las Ágatas durante el
calurosísimo verano de 2018. Se especula con la posibilidad de que el naufragio
se produjera en la isla de San Andrés de la Carbonera en una fecha lejana e indeterminada.
En las finas arenas de Los Algarrobicos, bajo la abrupta y rocosa marina de la
torre del Rayo, en la misma playa de la Puntica, tierra más cercana a la citada
isla, y hasta en la Punta de los Muertos, costa donde los vientos de levante devuelven
a la arena todo lo que el mar dice que no es suyo, se hallaron botellas con los
lamentos simétricos del náufrago palindromista.
Se
desconoce qué fue de su suerte; se cree, tal como emana de su relato, que llegó
a la soledad de una isla deshabitada, inhóspita y sin apenas vegetación, con
una salinidad que coloreaba el aire. Allí padeció de hambre y sed, de calor y
frío, de miseria y tormentas del mar.
Caminó
la isla toda, dio con un bidón un día, otro día dio con una tinaja, tropezó por
un rústico talud y cayó al mar, pero compuso poemas y creyó hablar con Dios.
Como todo náufrago que se precie, cuando
llevaba allí más de 100 días vio pasar un barco, desde donde nadie lo vio a él;
un amanecer de otoño vio volar gaviotas y albatros sobre su cabeza y con la
esperanza de estar cerca de la costa construyó una balsa que el mismo mar le
destrozó.
Colocó
una piedra alrededor de una palmera por cada día que allí pasó. Contó 365 piedras
y llegó a bautizarse con el nombre de Jueves.
Horadó
un pozo en busca de agua dulce, pues la escasez de lluvia es habitual en el
clima de las Ágatas. Soñó que caminaba sobre las aguas, que se secaba el mar
soñó, y soñó, al fin, que subía la marea y cubría toda la isla y la tierra
toda.
No
se había dado cuenta el náufrago palindromista que estaba muy cerca de la
costa, que solo con levantar la mirada y observar, se podía haber salvado,
aunque no os explico el final. Vosotros mismos lo podéis leer, lo podéis vivir,
al derecho y al revés.
Día 1
Será modo tal, sí. Yo solo, solo, solo soy isla; todo, mar es.
¡Barco a la vista!
S.O.S. ¡Acá! ¡Acá! ¡Amigo y amigo! ¡Yo gima! ¡Yo gima! ¡Acá! ¡Acá!
S.O.S.
Allí rama amé,
ya se alejaba bajel a esa yema amarilla.
Pedro Ruiz Lozano
Coordinador General del
Club Palindromista Internacional
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